El ritual secreto antes de poner la furgo en marcha
Vivir en una furgoneta camper es un sueño… hasta que escuchas un clac extraño detrás tuyo en plena curva y ves un cajón volando como si fuese catapulta medieval. Sí, a todos nos ha pasado. Por eso existe este ritual que llamamos checklist camper antes de arrancar: un repaso de apenas 60 segundos que marca la diferencia entre un viaje tranquilo y un trayecto digno de película de acción.
La clave es sencilla: dedicar un minuto antes de girar la llave para asegurarte de que nada se abre, cae, rueda o hace ruido innecesario. Y aunque parezca exagerado, créeme: una botella de agua cayendo a tus pies mientras conduces puede asustarte más que una curva cerrada en los Pirineos.
Lo divertido es que cada vanlifer tiene su checklist personal. No lo llaman así, pero todos lo hacen. Algunos revisan con obsesión ingenieril, otros lo hacen “a ojo”, y están los que solo reaccionan cuando ya se les ha caído la cafetera. En cualquier caso, este ritual es parte del día a día cuando tu casa va sobre ruedas.
Encimeras y mesas despejadas: adiós a los objetos suicidas
Primer mandamiento: no dejes nada en la encimera ni en la mesa. Porque lo que dejes ahí no sobrevivirá al primer badén. Nosotros ya hemos visto de todo en el suelo: fruta rodando bajo el asiento, vasos de plástico que parecen haber sobrevivido a un terremoto, e incluso un cuchillo de cocina que decidió lanzarse a la aventura.
Lo más gracioso es que siempre piensas “bah, si solo son unos segundos de trayecto”… hasta que escuchas el clong y recuerdas que el suelo de la furgo es imán de todo.
Nuestro truco: tener una caja rápida o un cajón de “cosas sueltas” donde tiramos todo lo que estaba en la mesa antes de arrancar. Da igual si es un boli, el cargador del móvil o una bolsa de pan. Mejor que ruede dentro de una caja que por toda la furgoneta.

Armarios: el Tetris del vanlife
El segundo paso del checklist son los armarios. Y aquí empieza el verdadero desafío: el Tetris camper. La idea es que dentro nada baile, porque cada bache convierte tu furgo en un maraca gigante.
El objetivo es simple pero vital:
Que nada se rompa por choques internos.
Que no escuches ese tintineo diabólico de vasos de cristal que te taladra la cabeza durante horas.
Nosotros lo vivimos desde el primer día. Al principio metíamos todo a lo loco: platos, tazas, tarros… y claro, en la primera curva aquello era una orquesta de percusión. Hasta que aprendimos el truco de rellenar huecos con trapos, bolsas de tela o hasta papel de cocina.
Y lo más importante: lo pesado siempre abajo. Botellas, sartenes, botes de cristal… todo lo que pueda hacer daño, mejor en la zona baja. Arriba, solo cosas ligeras como ropa, mantas o accesorios. Créeme, si un armario decide abrirse en marcha, es mucho mejor que te caiga encima un cojín que una olla de hierro fundido.
Cierres rebeldes: cuando los cajones tienen vida propia
Este es un clásico del vanlife: cierres que no cierran. Vas en carretera, escuchas un clac, y de repente, un cajón se abre despacito como en película de terror. A nosotros nos pasa a menudo por culpa de nuestro querido (y maldito) camperizador, que colocó cierres más de adorno que de seguridad.

Resultado: más de una vez hemos parado en un arcén con todo el contenido del cajón desparramado por el suelo. Cables, libretas, pinzas… como si hubiésemos tenido un mini terremoto en movimiento.
Hay quien instala cierres extra de imán, ganchos o hasta inventos caseros con gomas. Nosotros, según el día, usamos apaños de batalla: un trapo encajado, un cojín bloqueando… nada glamuroso, pero efectivo.
La moraleja es clara: revisa siempre todos los cierres antes de arrancar. Y si tu camperizador también era del club “me da igual”, ten a mano un plan B.
Altillos: los más fiables (de momento)
Curiosamente, los altillos nunca nos han dado problemas. Las puertas que se abren hacia arriba con buenos retenedores y cierres de imán aguantan bastante bien, incluso en carreteras de montaña.
Eso sí, aquí aplicamos la regla de oro: arriba, solo cosas ligeras. Porque si un día un altillo decide rebelarse, mejor que te caiga encima una manta que una botella de vino.
De momento, son los héroes silenciosos de nuestra checklist. Y toco madera para que sigan así.
Neveras camper: caras, útiles… y con cierres de chiste
Si hay algo que nos desespera es la nevera. Con lo que cuestan, y los cierres parecen diseñados por alguien que nunca viajó en furgoneta. La nuestra, al menos, tiene un sistema de pestaña tan débil que si pones algo de peso en la puerta, ya no cierra.
Y lo del botellero de la puerta… en teoría es práctico, en la práctica es decoración. Porque como intentes meter una botella llena, la pestaña de cierre no llega.
Aunque solo se nos ha abierto un par de veces en ruta, la sensación es horrible: girar en curva y escuchar cómo la puerta se descuelga no es el mejor soundtrack de viaje. Así que revisamos siempre antes de arrancar y nunca cargamos demasiado la puerta.
Consejo: no confíes en el cierre de la nevera, confía en tu repaso previo.
La mesa tipo “Lagun”: la gran bailarina que no se te puede pasar en tu checklist camper
Si tienes una mesa con pata tipo “Lagun”, ya sabes de lo que hablo. En teoría es un invento genial: ligera, adaptable, se pliega y ajusta fácil. En la práctica… depende de cómo la trates. La nuestra, además de ser bastante grande y pesada, tiene la mala costumbre de bailar sevillanas en carretera.
El problema no es solo el meneo. Es que los ajustes de la pata, esas pestañitas que bloquean el movimiento, se rompen con facilidad. Ya hemos roto varias en un año. Y para rematar, no venden repuestos de la pieza: si se rompe, tienes que comprar una nueva entera. Un negocio redondo para el fabricante, pero una ruina para los que la usamos.
Nuestro truco para que no moleste demasiado es:
– No apretar los ajustes como si fuésemos Hulk (porque se rompen antes).
– Colocarla siempre en un rincón.
– Sujetarla con los oscurecedores que quitamos de la cabina, para que no golpee la puerta trasera.
¿Es un apaño? Sí. ¿Funciona? También. ¿La mesa sigue bailando de vez en cuando? Por supuesto, pero ya hemos aprendido a convivir con su arte flamenco.
Claraboyas: dos puntos críticos en el checklist
Nosotros llevamos dos claraboyas:
– La del comedor/cama: siempre revisamos que esté bien cerrada y que tanto el oscurecedor como la mosquitera estén recogidos. Parece un detalle menor, pero si los dejas extendidos pueden dañarse con la vibración y el movimiento de la furgo.
– La del baño: en este caso es distinta, porque lleva ventilador/extractor y no tiene ni mosquitera ni oscurecedor. Aquí lo único que hay que comprobar es que la claraboya esté cerrada antes de arrancar.
Un gesto rápido que evita roturas caras y disgustos en plena ruta.
Ventanas: cerradas y protegidas
En nuestro caso, llevamos dos ventanas y ambas forman parte del checklist. La abatible, sobre todo, puede romperse si se queda abierta en carretera, así que siempre comprobamos que esté bien cerrada.

Además, tanto los oscurecedores como las mosquiteras los dejamos siempre plegados. No es porque golpeen o hagan ruido, sino porque si los dejas extendidos se pueden estropear con la vibración del trayecto. Funcionan como unas cortinas con guía, y si viajan recogidos se mantienen en perfecto estado durante más tiempo.
El baño: pequeño pero traicionero
Aunque el baño ocupa poco espacio, también tiene lo suyo. En nuestro caso:
– La papelera: si no la colocas a un lado, terminará dando saltos como si fuese pelota de pinball.
– El bote de secante: nosotros usamos arena de gato, así que no es precisamente ligero. Si no lo colocamos bien, se puede volcar y armar una buena.
– El bote de vinagre con agua y esencias: lo dejamos en un rincón para que no vaya rodando y, sobre todo, para evitar que se derrame.
La solución es simple pero eficaz: lo recogemos todo en el rincón entre el WC seco y la puerta. Así nada se mueve, nada se vuelca y el viaje es más tranquilo.
Mochilas, bolsas y el caos suelto
Siempre hay cosas que, por mucho que lo intentes, no tienen un sitio fijo: mochilas, bolsas de verdura, chaquetas… Objetos que parecen diseñados para rodar por el suelo.
Nuestro método es improvisado pero efectivo: los dejamos sobre los sofás, encajados entre cojines y almohadas. Básicamente, usamos el sofá como airbag para objetos sueltos. Así no ruedan, no molestan y no golpean nada.
Y aquí viene lo bueno: aunque creas que está todo bien sujeto, siempre hay algo que se las ingenia para moverse. A veces es un boli, otras una botella olvidada… pero la realidad es que el 100 % de silencio en carretera es una utopía.
Dante, el copiloto más tranquilo
Nuestro perro Dante también forma parte del checklist. Aunque su bebedero es antiderrames, lo guardamos junto al comedero en el fregadero durante los trayectos. Si son viajes largos, paramos de vez en cuando para que estire las patas, beba y coma tranquilo.

Eso sí: siempre viaja sujeto con su cinturón de seguridad, en su camita. Y aquí tenemos suerte, porque Dante se lo toma con filosofía: se tumba y duerme casi todo el camino. Nada de nervios, nada de ladridos. Es como si llevara más kilómetros en carretera que nosotros.
Viajar con mascota implica doble checklist: el de la furgo y el suyo. Porque no hay nada peor que olvidarte de su agua o de su cama y darte cuenta a mitad de ruta.
Un checklist camper rápido que vale oro
Puede parecer que son demasiadas cosas: mesa, armarios, cajones, ventanas, claraboyas, baño, mochilas, nevera, perro… ¡una lista interminable! Pero cuando lo haces cada día, se convierte en rutina. Y la rutina es tan rápida que en menos de un minuto lo tienes todo bajo control.
Ese minuto ahorra sustos, ruidos, golpes y, lo más importante, posibles accidentes. Porque un objeto pesado que sale disparado en caso de frenazo no es una broma: puede hacer mucho daño.
Así que sí, parece un ritual exagerado, pero es de los más útiles que puedes adquirir viajando en camper.
El checklist resumido en 60 segundos
Si lo pensamos fríamente, todo este ritual no es más que una coreografía de un minuto. Es como un baile que se repite cada vez que toca arrancar la furgo:
– Levantas la vista, revisas la encimera y la mesa: despejadas.
– Cierras con la mano los cajones: click, click, click.
– Empujas los armarios y altillos: firmes.
– Te agachas y miras la nevera: pestaña en su sitio.
– Sujetar la mesa “Lagun”: comprobada.
– Miras hacia arriba: claraboya cerrada, mosquitera y oscurecedor recogidos.
– Pasas al baño: papelera, bote de secante, vinagre, todo al rincón.
– Ventanas cerradas, oscurecedores y mosquiteras recogidos.
– Bolsas y mochilas encajadas en los sofás.
– Dante asegurado con el cinturón, bebedero guardado en el fregadero.
Y ya está. En menos de lo que canta un gallo has repasado todo tu mini piso rodante. Un gesto rápido, casi automático, pero que marca la diferencia entre un viaje tranquilo y una feria ambulante sobre ruedas.
La ley de Murphy camper
Aquí entra lo gracioso: aunque revises todo mil veces, siempre habrá algo que se mueva, suene o caiga. Es la famosa ley de Murphy aplicada al vanlife: si algo puede moverse en carretera, se moverá.
Un día se te olvida un bolígrafo en la mesa y lo encuentras más tarde en el suelo. Otro día jurarías que cerraste un cajón, pero el badén del pueblo lo desmiente. O lo mejor: vas conduciendo en silencio, de repente escuchas un ruido metálico y piensas “ya está, se ha roto la furgo”… pero no, era solo la sartén saludando desde el armario.
En nuestro caso tenemos dos clásicos:
– El cajón de “cosas varias” (ese donde metes todo lo que no sabes dónde meter). Ese cajón tiene vida propia.
– La mesa “Lagun”, que aunque la sujetemos, siempre intenta hacer su número de baile.
Lo importante es asumirlo: por mucho checklist que tengas, el 100 % de control no existe. Y eso también forma parte de la gracia.
Objetos rebeldes: los campeones del caos
Hay una serie de objetos que parecen tener pacto con el diablo:
– Las botellas: sobre todo si son de cristal. Siempre encuentran la manera de rodar hasta el rincón más incómodo.
– Los cubiertos: el clásico cling cling cling que acompaña todo el viaje si no los colocas bien.
– Las mochilas: aunque las dejes encajadas, siempre terminan cambiando de posición.
– Los cojines: parece imposible, pero a veces se deslizan como si tuvieran vida propia.
– Los cargadores y cables: desaparecen bajo sofás o entre cojines como si jugasen al escondite.
Y luego están los objetos sorpresa. Ese día que te preguntas: “¿y esto cómo ha llegado aquí?”. Nosotros hemos encontrado desde pinzas de la ropa bajo el sofá hasta una linterna en el rincón del baño. Misterios del vanlife.
Seguridad: más allá de los ruidos
Más allá de las anécdotas, el checklist no es solo para evitar ruidos o molestias. Es, sobre todo, una cuestión de seguridad.
En caso de frenazo brusco o accidente, cualquier objeto suelto se convierte en proyectil. Una simple botella de agua de litro y medio, a 90 km/h, puede salir disparada con una fuerza que no quieres comprobar. Por eso insistimos tanto en que lo pesado vaya abajo, bien sujeto, y lo ligero arriba.
Los cajones y armarios no son solo comodidad: son la diferencia entre un viaje seguro y un riesgo innecesario. Y si viajas con niños o mascotas, todavía más importante. Dante viaja tranquilo porque va asegurado. Sin ese cinturón especial, un frenazo podría ponerlo en serio peligro.
Es fácil reírse de la nevera que se abre o de la mesa bailonga, pero cuando piensas en términos de seguridad, el checklist adquiere otro peso. Es nuestro pequeño seguro casero antes de poner la furgo en marcha.
Anécdotas de sustos (con humor)
Recopilando nuestras experiencias y las de amigos vanlifers, podríamos escribir un libro solo con anécdotas de “cosas que se abrieron en marcha” por no hacer una Checklist camper:
– Una pareja olvidó un melón en la encimera. El melón sobrevivió… hasta que rodó como bola de bolera y se estampó contra la puerta corredera.
– Otros dejaron mal cerrado el armario de los platos y acabaron recogiendo un puzzle de cerámica en plena área de descanso.
– Nosotros mismos hemos tenido que parar en mitad de la nada porque la nevera decidió abrirse y la fruta se repartió como confeti.
– Y los cajones que se abren solos… eso sí que es un clásico universal. Da igual la marca de camper, todos hemos vivido ese momento.
La moraleja es siempre la misma: por mucho cuidado que tengas, algo pasará. Y está bien, porque son esas anécdotas las que luego recuerdas con risas (después del cabreo inicial, claro).
La filosofía del checklist
El checklist no es solo una rutina, es una mentalidad. Es aceptar que tu casa se mueve contigo y que nada está 100 % fijo. Que cada viaje es diferente, que los baches existen, que los badenes de los pueblos parecen diseñados por enemigos del vanlife.
Con el tiempo, este minuto previo se convierte en un ritual automático. Como ponerse el cinturón en el coche: ni lo piensas, lo haces. Y ese hábito es el que te salva de muchos problemas.
Lo bonito es que cada uno va puliendo su propio checklist. No hay una lista universal. Lo que para unos es fundamental (cerrar bien la nevera), para otros ni aparece en la lista porque su nevera es de otro tipo. Y viceversa. Esa personalización es parte de la cultura vanlife.
Cierre: tu checklist y el nuestro
Nuestro checklist se resume en un minuto, pero lleva detrás horas de experiencia, sustos, risas y algún que otro cabreo. Gracias a eso ahora podemos viajar más tranquilos, sabiendo que la mayoría de imprevistos están bajo control.
Eso sí, siempre habrá algo que se mueva. Es ley de vida camper. Y ahí está la gracia: en recogerlo, en reírse, en improvisar soluciones.
¿Y tú? ¿Cuál es tu checklist antes de arrancar?
¿Qué mueble u objeto se te abre siempre aunque lo revises mil veces?
¿Cuál es tu anécdota más surrealista en carretera?
Nos encantará leerte en comentarios, porque seguro que entre todos hacemos la checklist más completa (y divertida) del vanlife.
Preguntas frecuentes: Checklist camper antes de arrancar camper
¿Por qué es importante hacer un checklist camper antes de arrancar la furgoneta camper?
Porque un minuto de repaso evita problemas serios. Un cajón abierto, una botella rodando o una claraboya sin cerrar pueden convertirse en distracciones peligrosas o incluso en proyectiles en caso de frenazo. El checklist te da tranquilidad, reduce el estrés y aumenta la seguridad de todos los que viajan en la furgo.
¿Qué pasa si no reviso los armarios y cajones antes de conducir? Cuando no haces checklist camper
Lo más habitual es que escuches ruidos molestos durante todo el trayecto, pero también puede ocurrir que el contenido acabe en el suelo, rompiéndose o interfiriendo con la conducción. Además, en caso de accidente, los objetos sueltos se convierten en un riesgo añadido. Revisar cierres y cargas es una forma sencilla de prevenirlo.
¿Cuánto tiempo se tarda en hacer un checklist camper completo?
Menos de un minuto si lo haces de forma rutinaria. Al principio puede que tardes algo más porque aún no tienes automatizados los pasos, pero con la práctica se convierte en un gesto rápido, como ponerse el cinturón de seguridad. Es tiempo bien invertido para evitar sustos y ahorrar disgustos.
¿Hay objetos especialmente peligrosos si no se aseguran?
Sí, sobre todo los objetos pesados como botellas de cristal, ollas, sartenes o aparatos electrónicos grandes. A velocidad de carretera, un objeto de apenas un kilo puede generar una fuerza de impacto muy elevada en caso de frenazo. Por eso lo ideal es colocar lo más pesado abajo y siempre bien sujeto.
¿El checklist camper es el mismo para todas las furgonetas?
No, cada furgo tiene sus puntos débiles. Algunas tienen cierres más resistentes, otras neveras más seguras, y en algunas los altillos son un reto constante. La idea es que uses una base común (encimeras, armarios, nevera, ventanas, claraboyas, baño, mascotas) y adaptes el checklist a tu propio vehículo.
¿Cómo puedo recordar siempre hacer el checklist antes de salir?
Un truco útil es integrarlo en la rutina del arranque: antes de girar la llave, haces el repaso. También puedes pegar una nota visible cerca del volante o establecer un orden de pasos que repitas siempre igual. Con el tiempo, se vuelve un hábito automático que harás sin pensarlo.