La despensa sobre ruedas: nuestro punto de partida
Cuando pasamos de vivir en una casa a mudarnos a la furgoneta, uno de los grandes choques fue descubrir cómo cambia la forma de comprar y almacenar comida. En casa dábamos por hecho tener un frigorífico grande, un congelador con repuestos y una despensa llena de productos de todo tipo. En la camper, en cambio, la realidad es otra: cada hueco cuenta y hay que pensarse dos veces qué merece la pena llevar y qué no. Es una despensa camper, mucho más limitada.
Esa limitación, lejos de ser negativa, nos ha hecho valorar mucho más cada producto. Lo que antes parecía rutinario –abrir la nevera y elegir entre mil opciones– ahora es parte de una planificación casi estratégica. Y aunque suene exagerado, tener o no tener ciertos alimentos puede cambiar por completo nuestro humor del día.
Nuestros imprescindibles de cada mañana y como lo llevamos en la despensa camper
Si hay algo que tenemos claro es que no podemos empezar el día sin nuestra dosis personal de energía. Para Jota eso significa café con leche, y para mí, matcha con leche.
Jota es de los que se levantan y lo primero que hace es poner la cafetera. Da igual que estemos en un área tranquila en plena montaña o en un aparcamiento urbano, sin ese café con leche su mañana no arranca.
Yo, en cambio, me he acostumbrado al matcha. Mi favorito es con leche de soja vainilla del Mercadona, pero como no siempre se consigue, he aprendido a improvisar. Compro leche de soja normal y le añado aroma de vainilla para intentar acercarme al sabor original. A veces funciona, otras no tanto, pero es mi pequeño ritual.
Tener esos básicos a mano nos da la sensación de normalidad, de que el día empieza como toca. Sin ellos, directamente sentimos que algo falla.
Agua embotellada: nuestra manía confesable
Aquí no hay debate: bebemos siempre agua embotellada. Y no es porque viajemos en la furgo, ya lo hacíamos antes en casa. Nos acostumbramos y ahora nos resulta imposible beber agua directamente del grifo, aunque sea potable y aunque añadamos pastillas potabilizadoras.
En la camper llevamos un depósito de agua para ducharnos, fregar y cocinar, pero a la hora de beber siempre tiramos de botellas. Compramos packs grandes y los guardamos en huecos estratégicos, porque nos da mucha tranquilidad saber que tenemos reservas. No hay peor sensación que terminar una jornada de viaje, abrir la nevera y descubrir que te has quedado sin agua para beber.
Carne: fresca y también congelada
Otra cosa sin la que no sabemos vivir es la carne. Principalmente pechugas de pollo y carne picada, porque son versátiles, fáciles de cocinar y nos salvan muchas comidas rápidas.
En la nevera siempre tenemos alguna bandeja lista para usar, pero además hemos aprendido a organizarnos mejor: hacemos paquetitos pequeños para congelar. Así, cuando tenemos un congelador disponible, los guardamos en raciones individuales que luego solo hay que descongelar y usar. Esto evita desperdicios y nos da mucha flexibilidad en ruta.
Y por supuesto, no falta el jamón york. Aunque después de aquella primera experiencia en Francia –tres euros por un paquete con solo dos lonchas finísimas– ya vamos con más cuidado. Aprendimos a fijarnos bien en las etiquetas y a no dar nada por sentado fuera de España.
Verduras: la base que equilibra todo
Tan importantes como la carne son las verduras. Intentamos llevar siempre lo básico: lechuga, tomate, aceitunas, algún fruto seco para añadir, calabacín, pimientos… No necesitamos nada sofisticado, pero si faltan las verduras, el menú se nos hace cuesta arriba.
En casa quizá no éramos tan conscientes, pero en la furgo lo notamos mucho más. Una simple ensalada fresca o una guarnición de verduras salteadas marca la diferencia después de un día de carretera. Por eso, siempre que vamos al supermercado, lo primero que revisamos es si tenemos suficiente verdura para la semana.
Huevos, pan y otros básicos
Los huevos se han convertido en nuestro auténtico comodín. Nos han salvado decenas de veces cuando no sabíamos qué cenar. Con unas patatas improvisas un plato completo, y con un poco de pan haces un desayuno decente. Además, aguantan bastante tiempo fuera de la nevera, lo que los hace todavía más prácticos.
El pan también es fundamental, sobre todo para mí. Si no hay pan o algo parecido (panecillos, tortitas, incluso galletas), siento que me falta algo en el desayuno. Muchas veces desayuno solo matcha con frutos secos, pero cuando tengo pan y mermelada, el día empieza con otra energía.
Otros básicos que siempre están a mano son los frutos secos, la crema de cacahuete de Jota, alguna crema de cacao para caprichos y, por supuesto, las aceitunas. Puede parecer una tontería, pero abrir un bote de aceitunas en medio de un día de viaje es un pequeño placer que nos conecta con casa.
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Vicios y caprichos
Tenemos que confesarlo: la Coca-Cola Zero es un vicio del que no conseguimos desprendernos. Y lo más divertido es que hemos probado prácticamente todas las marcas blancas de los supermercados donde hemos estado. Es casi un juego: compramos, probamos y puntuamos. Hasta ahora solo la de Mercadona y la de Lidl se salvan. El resto, directamente pasan a la lista negra.
Ese pequeño ritual nos ha acompañado en muchos países y, aunque sabemos que no es lo más sano, es de esas cosas que nos hacen sentir en casa.
Anécdotas de compras para llenar la despensa camper que nunca olvidaremos
Vivir viajando también significa improvisar con lo que encuentras en cada sitio. Y a veces salen bien las apuestas… pero otras no tanto.
- Los mini chorizos franceses: pensábamos que íbamos a darnos un festín con huevos rotos y patatas. Cuando los probamos, descubrimos que sabían a cualquier cosa menos a chorizo. Nos miramos y no sabíamos si reír o llorar.
- El croissant imposible: con lo que habíamos idealizado los croissants franceses, al final nos tocó conformarnos con los del supermercado, calentados en la sartén. No estaban malos, pero tampoco eran ese sueño que teníamos en mente.
- El exceso de la primera compra: al principio comprábamos como si viviéramos en una casa. Resultado: no había dónde meter tanto. Aprendimos rápido que en la camper hay que comprar lo justo y necesario, aunque eso signifique ir más a menudo al súper.
Lo que hemos aprendido hasta ahora
Con el tiempo, nuestra despensa camper se ha convertido en un reflejo de nuestra vida en ruta: sencilla, práctica y llena de pequeños placeres. Hemos aprendido a valorar los productos que en casa eran rutinarios, a improvisar cuando falta algo y a reírnos de nuestros errores de compra.
Y sobre todo, nos hemos dado cuenta de que cada producto que metemos en la despensa de la camper tiene un valor añadido: no solo alimenta, también aporta tranquilidad, recuerdos de casa y hasta un toque de humor en los días difíciles.

🗄️ El arte de organizar la despensa camper
Si algo hemos aprendido viajando en furgo es que el espacio nunca sobra. Por mucho que tu vehículo sea grande, cuando vives dentro cada rincón empieza a llenarse rápido. Y la despensa es uno de esos lugares donde el caos aparece sin darte cuenta.
Al principio intentábamos guardar las cosas como en casa: productos repetidos, varios paquetes “por si acaso”, una especie de mini supermercado ambulante. El resultado fue desastroso. Terminamos con la comida repartida por cualquier hueco, sin recordar dónde estaba cada cosa y perdiendo tiempo cada vez que queríamos cocinar.
Con los meses, poco a poco, encontramos un sistema que funciona para nosotros. Hoy podemos decir que nuestra despensa está organizada como un pequeño puzzle, donde cada producto tiene su lugar y nada queda al azar.
🧑🍳 Altillo sobre la cocina: lo esencial para arrancar
El altillo que está justo encima de la cocina es probablemente el espacio más práctico que tenemos. Allí guardamos todo lo que usamos casi a diario para cocinar y lo que necesitamos tener siempre a mano:
- Botes con tapa donde van la leche en polvo, los fideos, la pasta y el arroz. Así ocupan menos, se mantienen frescos y no se desparraman en caso de que un paquete se abra.
- El café, porque sin café no se entiende ninguna mañana.
- Edulcorante y azúcar, para adaptarnos a cada receta o bebida.
- El aceite de oliva, que rellenamos en un difusor desde la garrafa que llevamos aparte. Guardamos solo el dosificador en este altillo, porque es lo que realmente usamos cada día.
- La cafetera italiana y la báscula, inseparables en cualquier parada.
Es un espacio pequeño, pero bien aprovechado. Tener estos básicos tan a mano hace que las mañanas sean mucho más ágiles y que cocinar no se convierta en una búsqueda del tesoro.
🌿 Estante de especias sobre la puerta corredera
Un detalle que nos encanta es el estante que tenemos justo sobre la puerta corredera lateral. Allí van los botes de especias de Ikea, perfectamente alineados. Llevamos sal, orégano, canela, pimentón de la Vera, ajo en polvo, azúcar y pimienta.
Puede parecer un detalle menor, pero estas especias nos han salvado más de una comida sosa. Con un poco de imaginación conviertes un plato básico en algo especial, y tenerlas siempre a mano hace que cocinar en la furgo sea mucho más divertido.
🛋️ Altillo sobre el sofá: la zona de consumo diario
El altillo que está sobre el sofá es lo más parecido que tenemos a una despensa de caprichos y básicos de consumo constante. Aquí van a parar esas cosas que abrimos prácticamente todos los días:
- Latas de atún y brick de caldo para comidas rápidas.
- Frutos secos, que siempre acompañan tanto en ruta como en excursiones.
- La crema de cacahuete que nunca falta para Jota.
- Harina de almendra y coco rallado, que usamos cuando nos da por preparar algo dulce.
- Aceitunas, porque son un básico en nuestro día a día.
- Pan, tortitas o algo similar que aguante varios días.
- Algún fuet o salchichón que conseguimos encontrar en ruta.
- Crema de cacao y snacks para esos momentos de antojo.
Este altillo es una especie de “cajón de alegrías”. Muchas veces, después de un día largo, abrirlo y encontrar justo ese snack que tenías en mente es un pequeño lujo. No usamos cajas ni separadores, simplemente vamos encajando los productos de forma lógica, sabiendo que son los que más rotación tienen y que no van a quedarse olvidados al fondo.
📦 El baúl del sofá: el almacén de repuestos
Debajo del sofá tenemos un baúl pequeño que se ha convertido en nuestro almacén de repuestos. Allí guardamos duplicados de lo que más consumimos:
- Botellas de Coca-Cola Zero, que no falten.
- Conservas variadas que usamos como comodín.
- Botes de legumbres, tomate frito o preparaciones listas.
- Productos de limpieza, porque siempre conviene tener de sobra.
Este baúl nos da la seguridad de saber que, aunque arriba se termine algo, abajo suele haber otro esperando. Eso sí, hemos aprendido a no llenarlo demasiado: si se convierte en un agujero negro, acabas olvidando lo que tienes y compras de más.
🧃El hueco entre los sofás: packs y líquidos
Un espacio que parecía inútil acabó siendo perfecto para lo que más ocupa: packs de agua y leche. Como el camperizador lo dejó inutilizable como comedor, lo dejamos fijo en modo sofá, y de rebote ganamos este hueco ideal para almacenar líquidos.
Es el lugar perfecto para cosas pesadas y voluminosas, porque no se mueven en marcha y siempre sabemos dónde están. Simplemente vamos sacando las botellas o bricks poco a poco, sin complicaciones.
La despensa bajo el fregadero: multiusos
Bajo el fregadero tenemos otra despensa clave. En el primer estante van utensilios de cocina y la papelera, pero la parte baja es donde llevamos lo que más peso y volumen ocupa:
- Un capazo plegable con el pienso de Dante.
- Botes de comida de emergencia (potajes, pasta con salsa, albóndigas, verduras…).
- Productos de limpieza que usamos a diario.
- Una garrafa de aceite de oliva, siempre presente.
- Botellas de agua y bricks de leche.
No usamos cajas organizadoras porque sería incómodo meter y sacar cosas. Lo que hacemos es llenar bien el espacio, para que nada baile mientras vamos en carretera, y redistribuir según lo que tengamos en cada compra. Es un sistema flexible pero muy práctico: nos permite aprovechar cada centímetro y evitar que todo se mueva en las curvas.
🍎 La fruta y verdura: un rincón improvisado
La fruta y verdura que no necesitan frío las llevamos en una bolsa de red colgante en una percha. Es una solución sencilla, económica y práctica. Además, al estar colgadas, se airean mejor y duran más tiempo en buen estado.
Lo mejor es que, visualmente, también te recuerdan lo que tienes. No hay manera de olvidar que aún quedan naranjas si las ves colgando cada vez que entras en la furgo. Y aunque pueda parecer un detalle menor, nos ha ayudado a no desperdiciar comida y a mantener siempre un toque fresco en nuestros menús.
Aprendiendo a base de errores
Si hay algo que tenemos claro después de meses viajando es que la despensa camper se aprende con la práctica. Puedes ver mil listas en internet, pero hasta que no vives en una furgo y te enfrentas a las compras del día a día, no entiendes de verdad qué necesitas y qué no.
Nosotros, por ejemplo, empezamos comprando como si todavía estuviéramos en una casa. “Por si acaso” llevábamos de todo: varios paquetes de arroz, pasta de sobra, duplicados de conservas… Al final, medio altillo lleno de productos que no usábamos, mientras nos faltaban cosas básicas como huevos o pan. Fue cuestión de semanas darnos cuenta de que en la camper lo importante no es acumular, sino rotar.
Otro error fue lanzarnos a probar productos en países distintos sin leer demasiado las etiquetas. A veces acertábamos, como con ciertas salsas que nos sorprendieron para bien. Pero otras… digamos que terminamos cenando algo muy distinto de lo que habíamos imaginado. Los “mini chorizos” franceses ya se han convertido en chiste interno entre nosotros.
Y ojo con los precios. Lo que en España comprábamos casi sin mirar, fuera puede costar el triple o venir en formatos ridículos. Como el famoso paquete de jamón york con solo dos lonchas finísimas. Ese día aprendimos que llenar la despensa camper también es adaptación cultural.
Trucos que nos salvan en ruta
Con los meses hemos desarrollado pequeños trucos que marcan la diferencia:
- Lista de la compra con cantidades: antes improvisábamos y volvíamos con exceso de algunos productos y carencias de otros. Ahora apuntamos lo que falta y lo que queremos comprar, con números claros: cuántos bricks de leche, cuántos de agua, etc.
- Dieta repetida con toques distintos: solemos mantener una base semanal parecida (pollo, ensaladas, huevos, pasta…), y añadimos un par de cosas diferentes para no aburrirnos. Es mucho más fácil organizar la despensa así.
- Siempre un fondo de emergencia: conservas, potajes preparados o alguna comida lista que sabemos que nos puede salvar una noche de cansancio extremo o un día sin supermercado cerca.
- Caprichos medidos: parece mentira, pero tener un bote de crema de cacao o unas aceitunas en la despensa puede mejorar muchísimo un día tonto. Aprendimos a dejar un hueco para esos detalles.
- Congelar en paquetitos: con la carne lo tenemos claro. Mejor porciones pequeñas que podamos descongelar rápido, en lugar de bloques gigantes que luego no sabemos cómo gastar.
Estos trucos no nos los inventamos, los hemos ido puliendo en la carretera. Y aunque suenen sencillos, son los que hacen que nuestra despensa funcione.
Lo que nuestra despensa camper dice de nosotros
Al final, nuestra despensa es casi un espejo de nuestra forma de vivir. En ella están nuestras rutinas, nuestros caprichos, lo que echamos de menos de casa y lo que vamos descubriendo en el camino.
El café y el matcha de cada mañana nos recuerdan que necesitamos empezar el día con calma. El agua embotellada refleja nuestra manía de siempre, esa seguridad que buscamos incluso viajando. Las especias son el toque creativo, porque no queremos que la comida sea aburrida aunque el menú sea sencillo.
Y sí, también están los vicios confesables: la Coca-Cola Zero o la crema de cacao, que nos arrancan una sonrisa cuando más falta hace. Todo eso, sumado, convierte a nuestra despensa en una parte fundamental de nuestra casa rodante.
La despensa camper como mapa de recuerdos
Cada producto tiene detrás una historia. Las conservas que compramos en España antes de cruzar la frontera. Los intentos fallidos de encontrar un croissant de verdad en Francia. El descubrimiento de que las colas de Mercadona y Lidl son las únicas que nos convencen.
Incluso el simple hecho de entrar en un Mercadona después de semanas fuera se siente como un pequeño viaje a casa. De repente todo sabe familiar, todo tiene el precio justo y recuperas sabores que echabas de menos.
Nuestra despensa es también un mapa invisible de esos momentos. Guardamos no solo comida, sino anécdotas, recuerdos y hasta bromas privadas.
El método “Tetris” para la despensa camper
Si algo nos define organizando la despensa es el modo Tetris. Nada sobra y todo encaja. Aprendimos a base de golpes que si usas envases de mil tamaños distintos, el caos está garantizado. Por eso, casi todo lo que podemos lo metemos en botes similares: pasta, arroz, café, fideos…
Así, cada altillo se convierte en una pared de piezas bien encajadas. Y aunque suene cuadriculado, es lo que nos permite aprovechar cada centímetro y no perder de vista nada. En una camper no hay espacio para la improvisación total: o encaja, o molesta.
Lo curioso es que ahora lo vemos como un juego. Cuando hacemos una compra grande, casi nos picamos entre los dos para ver cómo encajar todo sin que quede un hueco libre. Y cuando lo logramos, la satisfacción es real. El tetris que hacemos en nuestra despensa camper es casi de concurso.
Orden, pero con margen
Aunque suene muy estructurado, también sabemos dejar espacio a la improvisación. A veces encontramos en un súper un producto especial, o nos apetece algo distinto, y toca reorganizar un poco para hacerle sitio.
Ese margen es fundamental. Porque si todo fuera rígido, vivir en la furgo sería mucho más estresante. Lo que nos funciona es tener una base clara de organización, pero no obsesionarnos. Así conseguimos equilibrio entre la rutina y la libertad que buscamos viajando.
Vivir viajando, comer viajando
Nuestra despensa camper nos recuerda cada día que vivir viajando es un equilibrio entre lo práctico y lo emocional. No solo llevamos comida: llevamos rutinas, caprichos, recuerdos y hasta un pedacito de hogar en cada bote o brick.
Con el tiempo, entendimos que la despensa no es solo un lugar donde guardas alimentos. Es también la forma en que aprendes a adaptarte, a organizarte y a valorar lo que tienes. Y aunque a veces fallemos con las compras, aunque se nos acabe justo lo que más nos apetecía o aunque improvisemos con lo que queda, siempre nos saca una sonrisa.
Y ahora cuéntanos tú sobre tu despensa camper
¿Qué llevas siempre en tu despensa camper o autocaravana? Cuéntanos en comentarios cuáles son tus imprescindibles, cómo los organizas y qué trucos usas para no quedarte tirado en mitad de la ruta. Seguro que entre todos descubrimos ideas nuevas y, de paso, compartimos anécdotas que nos harán reír.
Preguntas frecuentes: Qué llevamos siempre en nuestra despensa camper
¿Cómo decidimos qué cantidad comprar para no quedarnos cortos ni pasarnos? Trucos de la despensa camper
Usamos una lista de la compra con cantidades cerradas según nuestro consumo real semanal. Antes de salir al súper revisamos altillos, baúles y la zona bajo fregadero y anotamos lo que falta: por ejemplo, “leche: 8 bricks”, “agua: 2 packs”, “pollo: 4 paquetitos”. Así evitamos duplicar productos, mantenemos la rotación y controlamos el peso. Si cambia la ruta (más calor, más deporte o menos disponibilidad de tiendas), ajustamos los números. La clave es medir con honestidad lo que realmente comemos, no lo que “creemos” que comeremos. Y actualizar la lista al volver, para registrar lo que sobró.
¿Cómo organizamos los alimentos en la despensa camper para que no se muevan ni se vuelquen en marcha?
Priorizamos envases estables y botes con tapa para pasta, arroz, fideos y leche en polvo. Los líquidos pesados (agua y leche) van en el hueco entre los sofás, bien encajados. En el altillo sobre cocina colocamos lo de uso diario y en el del sofá lo de consumo constante, apilando de mayor a menor. En la zona baja del fregadero “llenamos” el espacio para que nada baile y redistribuimos tras cada compra. Si un bote queda suelto, lo anclamos con otros productos. Menos accesorios, más lógica: cada cosa en su sitio y sin huecos libres.
¿Qué llevamos siempre en la despensa camper para emergencias si no encontramos supermercado cerca?
Mantenemos un fondo de despensa con conservas y platos listos: potajes, legumbres, tomate frito, atún, albóndigas y alguna pasta con salsa. Añadimos huevos (gran comodín), pan o alternativa, y frutos secos. Para la parte “moral”, reservamos un capricho (aceitunas o crema de cacao) que salva noches largas. La carne la porcionamos en paquetitos para congelar, para tirar de raciones sueltas cuando hay congelador. Este colchón evita compras impulsivas y nos permite aguantar dos o tres días extra con menús sencillos pero completos.
¿Cómo mantenemos variedad en la despensa camper sin llenar la furgo de “por si acasos”?
Trabajamos con una base semanal repetible (pollo, ensaladas, huevos, pasta) y le metemos dos toques diferentes cada semana: una salsa nueva, un cereal distinto o una verdura de temporada. Las especias del estante sobre la puerta corredera (sal, orégano, canela, pimentón de la Vera, ajo en polvo, azúcar y pimienta) nos permiten cambiar el perfil de sabor sin ocupar volumen. Así el menú no aburre, la despensa no explota y la planificación es simple. Si encontramos algo especial en ruta, reorganizamos y lo probamos, pero sin romper la base.
¿Qué hacemos con el agua potable del depósito si no bebemos del grifo?
El agua del depósito la usamos para ducha, fregar y cocinar. Para beber, siempre agua embotellada, igual que hacíamos en casa: nos resulta más cómoda y evitamos cambios de sabor. Aun así, cuando repostamos depósito empleamos pastillas potabilizadoras y limpieza periódica del circuito; mantenerlo cuidado alarga la vida de la instalación y mejora el gusto al cocinar. Los packs de botellas van en el hueco entre sofás: accesibles, con control visual de existencias y con el peso bajo y centrado, que ayuda a la conducción.
¿Algún consejo para comprar en otros países sin llevarse chascos?
Primero, revisar bien etiquetas y formatos: aprendimos que en Francia ciertos fiambres se venden por lonchas, no por gramos. Segundo, si buscas sabores de casa (fuet, curados, chorizo), ve con expectativas realistas y compra poca cantidad para probar. Tercero, haz tu lista de equivalencias (por ejemplo, colas de marca blanca que se parezcan a la original) y actualízala según pruebes. Y si algo te encanta y no ocupa mucho, compra un pequeño “stock emocional”. Equilibrio: probar sin llenar la furgo de productos que luego no usarás.